Educación construida en ladrillo

La larga lista de instituciones educacionales que en Chile se han levantado en ladrillo, proyectadas por los más destacados arquitectos, responde a una tradición arquitectónica y a las características constructivas y de apariencia de este noble material.

La lista es interminable y se recorre a lo largo de lo más diverso de Chile, especialmente desde la zona central. La Escuela Juan de Dios Aldea, en La Pintana. El Colegio Villa Sol y el Colegio Santo Tomás el Bosque, ambos en la comuna de El Bosque. El Liceo Puente Alto. El Liceo Técnico y Humanista, en la Séptima Región. Los colegios Nido de Águilas, Los Alerces y Monte Tabor y Nazaret en Lo Barnechea. En Las Condes, los colegios Cordillera, Los Andes y Tabancura. En Vitacura, el Saint George. El emblemático Liceo Experimental Manuel de Salas, en la comuna de Ñuñoa, lugar donde estudiaron el Presidente Ricardo Lagos,  el físico Claudio Bunster, el fallecido biólogo Humberto Maturana y el ex ministro Jaime Mañalich.

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También en el rojo arcilla del ladrillo lucen la Universidad del Desarrollo, sede Cantagallo; la Universidad de Los Andes, en San Carlos de Apoquindo; y el Duoc, a unas cuadras. Los tres en Las Condes. Y la lista continúa con la Universidad Central- Edificio Vicente Kovacevic y el Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello, en Santiago. El edificio Inacap, en Valparaíso. Y quedan muchas obras por nombrar.

Detrás de cada uno de estos edificios están los nombres de los arquitectos y oficinas más destacados del país: Borja Huidobro, Gonzalo Mardones, Humberto Eliash, Cristián Undurraga, Josué Smith Solar, Acuatro Arquitectos, Gubbins Polidura Arquitectos, Plan Arquitectos, Elton y Deves Arquitectos. No es coincidencia. La educación primaria y superior están histórica e íntimamente relacionada a una tradición arquitectónica anglosajona.

El arquitecto, urbanista y decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo, Pablo Allard, explica que “el ladrillo es un material tan noble que, históricamente, se ha asociado a la arquitectura universitaria por sus características materiales, textura, por su color y su prestancia. Quien la llevó a la cúspide en términos arquitectónicos es Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de la nación norteamericana, cuando, en 1819, fundó la Universidad de Virginia, en Charlottesville, y generó el primer modelo del campus universitario, utilizando una arquitectura georgian de ladrillo, madera con pintura blanca para ventana y el yeso para los pisos generó un lenguaje que hasta hoy ha perdurado en muchas universidades en el mundo”.

Pablo Allard cruza el Atlántico y explica que “en Inglaterra, a fines del siglo 19 y a comienzos del siglo 20, surgió una nueva camada de universidades más modernas, más contemporáneas, que vienen a competir con Oxford y Cambridge, a las que se les llamaba las ‘universidades de piedra’, porque eran construidas desde los tiempos medievales. A las nuevas se les llamó las “universidades de ladrillos rojos”.

“Los barcos que viajaban desde América a Europa, con especies y algodón, traían de vuelta ladrillo hechos en Europa. Fue así como se construyen edificios en ciudades como Boston, Nueva York y New Haven. Y la universidad de Harvard, la más antigua de Estados Unidos, está hecha en ladrillo y, hasta el día de hoy, parte importante de sus edificios están hechos con ladrillo con un lenguaje giorgian o neogótico”, dice el decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la Universidad del Desarrollo.

Allard concluye que “es impresionante cómo se ha ido generado una relación entre el ladrillo, su textura y sus colores rojizos con el mundo académico en estos campus que incorporan mucho verde y hacen un contraste con el color cálido del ladrillo”.

La impronta del ladrillo

Pablo Allard destaca la obra en ladrillo de la Universidad de Los Andes con su nueva biblioteca, un “edificio muy moderno en Santiago, diseñado por Borja Huidobro y Acuatro Arquitectos, que incorpora el ladrillo en un lenguaje contemporáneo. Otro caso es el de la Universidad Católica de Chile, donde, recientemente, se inauguró el nuevo centro cultural en el Campus Oriente, con un edificio de Fernando Pérez y José Quintanilla que ganó el Premio Arquitectura de Ladrillo por su uso contemporáneo del ladrillo que se fusiona en una relación dialéctica entre el antiguo claustro del este campus y la nueva estructura”.

El arquitecto Cristóbal Fernández suma que la relación entre la arquitectura en ladrillo y los edificios educacionales se entiende por al menos tres grandes razones. “El ladrillo demuestra un carácter de sobriedad y atemporalidad que permite recoger cierta historia y tradición que sustenta cualquier institución educacional”. Agrega que “el ladrillo permite regular los costos de mantención de estas grandes instituciones educacionales sin pasar de moda ni generar clasificaciones socioeconómicas. Y, además, es un material de bajo costo y de fácil instalación, conocido por todos, respetado y con una enorme versatilidad”.

En 1992 fue inaugurado el edificio del Colegio Nido de Águilas, en la comuna de Lo Barnechea; un total de 14.871 metros cuadrados en que el ladrillo es el protagonista. “Cada material tiene sus propias leyes y me interesa usar uno a la vez. En este caso me interesó usar ladrillo por su tradición milenaria y porque en Chile tenemos grandes albañiles, como en ninguna otra parte del mundo. El ladrillo tiene una medida que permite que se vea muy bien desde cerca y desde lejos. Otro aspecto fundamental, si hablamos de un colegio o universidad, es que el ladrillo genera algo en la memoria; su color rojo está relacionado con la pasión. Y, fundamental, funciona muy bien en un país sísmico como Chile”

El arquitecto Humberto Eliash, past president del Colegio de Arquitectos de Chile, también ha incursionado en obras educacionales hechas en ladrillo, como la Universidad de Las Américas y la Universidad Central- Edificio Vicente Kovasevic. “Hemos trabajado con enchapes. Los revestimientos adheridos al hormigón son los que mejor se compartan en el tiempo, al contrario del mosaico, por ejemplo, que se cae con los años y con los movimientos propios de un país sísmico. Es un material que se comporta bien con el paso del tiempo, tiene un bajo costo de mantención, si se le compara con la madera, y aporta una pequeña capa de aislación térmica. Otra razón es que hay varios tipos para elegir. El más usado es el color arcilla. Tiene una muy buena apariencia”, explica Eliash.

Un emblema

Parte de la tradición republicana de Chile, el edificio del Liceo Experimental Manuel de Salas es considerado parte del patrimonio de la comuna de Ñuñoa. Un proyecto que nace de la mano de la Universidad de Chile, cuando esta decide comprar un terreno en Avenida Irarrázaval 3780. El proyecto arquitectónico estuvo a cargo del arquitecto Josué Smith Solar (1867-1938), célebre por otras obras como el Hotel Carrera, y quien para el establecimiento educacional fundado en 1932 “levantó una edificación de concreto armado de más de mil metros cuadrados, con dos niveles más una alta techumbre.

Liceo Manuel de Salas

El estilo Tudor fue realzado por el cuidadoso tratamiento de los muros con albañilería a la vista y estuco, la incorporación de paneles vidriados, techos a dos aguas con decorativos enmaderados, un torreón, diversa herrería ornamental y altas chimeneas que sobrepasaban la cubierta de tejas de cedro”.

Así se describe la obra en el sitio www.nunoapatrimonial.cl

Territorialmente transversal, cargado de historia y significados, sólido en el tiempo y con una tradición a cuestas. Son muchas las razones por las que colegios, escuelas, centros de formación y universidades fueron levantadas en ladrillo en nuestro país.